Palestina Lliure
Historia 23 de Eman Abu Shawish
Una profesional de la salud mental sota els atacs de Gaza

Día número cuarenta y siete del calendario bélico... Cinco y veinte de la mañana...
La alarma de mi teléfono sonó, anunciando la hora de despertarse.
¿Despertar de qué? Apenas puedo dormir, pues nuestras noches no son más que pequeñas siestas entre incursiones.
Me levanté para rezar, un acto que pospongo a propósito hasta que hay algo de luz en el cielo para poder ver a mi alrededor después de haber estado tantas horas privados de luz.
No hay agua en el grifo, como de costumbre.
Cogí una botella de agua que habíamos llenado para uso doméstico. Me lavé y recé. Salió el sol, anunciando el comienzo de la lucha diaria.
Preparé la masa y esperé un poco antes de convertirla en bolas. Luego encendí el carbón para hornear el pan, un proceso que lleva una hora en el mejor de los casos, y mucha energía para airear el carbón y mantenerlo encendido.
A veces llevamos la masa a nuestro vecino, que construyó un horno de barro, aunque hay que coger turno para hornearlo. Si llegamos pronto, podemos tener el pan en media hora o una hora...
Mi marido encendió un fuego en lo alto de la casa e hicimos té. Todo el mundo se despertó, y comimos un poco de Zaatar (una especie de tomillo) y zeit (aceite), que es lo que nos quedaba de la comida almacenada. Todos los almacenes se han agotado; y afortunado es el que encuentra -con gran dificultad- algunas verduras recogidas por un agricultor de su tierra, y se las lleva a su familia para comer...
Los hombres van a buscar agua en cubos todos los días a distintos lugares. Traje algunas ollas y los niños me ayudaron a llenarlas de agua para lavar nuestra ropa. Cada vez que termino de lavarla y colgarla para que se seque, siento dolores que no puedo describir en el cuello y los hombros, agravados por los desgarros musculares que sufrí hace 3 meses...
No hay tiempo para descansar, vuelvo a encender fuego en lo alto de la casa para cocinar lo que pueda rebuscar para comer, y la verdad es que no sé bien qué sentir al ver cómo mis hijos aprenden pronto su primera lección de economía: solo se comen la mitad de lo que necesitan, para así dejar la otra mitad para la cena.
De vuelta a las ollas. Hay que llenarlas de agua, así que debo limpiar las que usé para cocinar... y si alguna vez cocinaste al fuego, entonces sabes lo difícil que puede ser limpiarlas...
Fayruz empezó a sufrir dolor de muelas por octava vez desde el comienzo de la guerra. Le di un analgésico, rezando para que esta guerra termine y así llevarla a un dentista para librarla de estos dolores y aliviar su estómago de los efectos secundarios de los analgésicos...
Es casi de noche.
Nos gustaría poder ducharnos con agua caliente... pero sería un gran lujo... no hay agua caliente ni forma de hervirla... el agua es tan preciada que ducharse se convirtió en un deseo...
Incluso usar el baño (que Dios te bendiga), se convirtió en un problema que hay que pensarse muy bien antes de intentar. Como no hay electricidad, las estaciones de bombeo de aguas residuales dejaron de funcionar, y la situación ahora mismo es en un desastre.
Me apresuré a preparar los colchones para dormir antes de que oscureciera y nos sentamos a charlar.
Estos días sienten hambre rápido y a menudo... quizá sea porque están en periodos de crecimiento acelerado, o quizá porque están en un estado de preocupación y horror que les agota sin cesar, o quizá porque se les antojan muchos de los platos que solíamos hacer antes de que todo se agotara, o porque comen menos de lo que necesitan...
Empezaron a comer lo que habían guardado del almuerzo. Empezaron a recordar y a enumerar los platos que echan de menos, y a consolarse mutuamente de que todo lo difícil pasará, y llegará un día en que podrán volver a comprar patatas fritas, comer unas crepes... Una de mis niñas me miró con vergüenza y humor, prometiendo que nunca más mientras viva se negará a comer mouloukhiyya (un plato tradicional palestino)... ¡y todos se rieron!
Recordaron juntos los viejos tiempos. Dana dijo: "¿Recuerdas cuando encendíamos la tele y veíamos dibujos animados?". Judy respondió bromeando: "¿Qué es una tele? ¿Qué es la electricidad?".
Fayruz comentó: "¿Recuerdas cuando mamá volvía del trabajo cada jueves con todo tipo de golosinas y nos quedábamos viendo una película?".
Masa añadió: "¿Recuerdas cuando íbamos al mercado a comprar helado? Tengo tantas ganas de helado ahora mismo...".
Cuando empecé a recoger los platos, Judy añadió: "¿Os acordáis cuando nos quejábamos a mamá de que la vida era aburrida y le preguntábamos por qué no éramos como el resto de los niños del mundo? Ella siempre decía que estábamos viviendo bendiciones que no apreciamos, y que debemos dar gracias a Dios por ellas". Tenía razón... ¡¡¡resulta que todavía podía haber días peores!!!".
Sonreí mientras les echaba agua en las manos para que se lavaran y nos sentamos todos en los colchones...
Agotamiento sobre agotamiento y el día pasa... como cada día desde que se acabó el combustible y tuvimos que volver a formas de vida primitivas… y en una época en la que el mundo alcanzó cotas tan altas de lujo que se puede susurrar a un auricular inteligente que apague las luces de casa…
Me dolía todo el cuerpo hasta el punto de que no sabía de qué dolor quejarme...
El eczema alérgico apareció. Encontró su lugar en mis manos empapadas de detergentes, y lo calmé con cremas para que deje de picar....
Realmente no sé cuándo y cómo me quedé dormida. Creo que, por agotamiento, entré en estado de coma.
¡Una enorme explosión nos despertó! El sonido de las cosas cayendo fue horrible. Esta vez las cosas no caían sólo dentro de la casa, sino también en el techo y alrededor, en la calle. Siguieron cayendo durante al menos veinte segundos. Para alguien que se acaba de despertar, todo parecía delirante, y en la oscuridad más absoluta empecé a llamar a todo el mundo por su nombre para saber si estaban bien… El humo del gas llenaba la casa. No hace falta luz para verlo, ya que su presencia es abrumadora… lo sentimos en la falta de aliento y la tos. Me levanté a buscar algo, cualquier cosa para mojar con agua y tapar las narices de los niños que se asfixiaban... Corríamos sin rumbo de un lado a otro, no entendíamos nada... no sabíamos qué había pasado, dónde y a quién le había pasado...
Pasaron quince minutos antes de que pudiéramos volver a respirar oxígeno. Y antes de que pudiéramos entender lo que había pasado, y antes de que uno de los hombres que bajaron a la calle declarara de quién era la casa atacada, Dana y Fayruz se fueron por fin a dormir. Yo me quedé despierta con mis dos hijas mayores. Judy se quedó sin aliento al decir: "Siento que mi corazón está fuera de mi cuerpo y se niega a volver a entrar, como si estuviera a punto de pararse de lo rápido que late".
Silencio total...
Otro coma inducido por el agotamiento... arrebatado por dos explosiones consecutivas cuatro horas después de la primera... y el escenario anterior se repite una vez más con pequeñas diferencias en los detalles...
Ahí sigue la noche, lanzándonos al cuadragésimo octavo día, para que todas las acciones brutales se repitan, nuestros cuerpos se agoten más, nuestros corazones pesen más con cada pérdida…
Todo el mundo se pregunta: ¿Ya es nuestro turno? ¿O aún nos queda tiempo?
Eman Abu Shawish
Profesional de la salud mental en UPA, Gaza, Palestina.
24 de noviembre de 2023
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